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El ejército romano se encontraba muy jerarquizado. En la cúpula se encontraba el emperador. El prefecto del pretorio era, en cierto modo, el ministro de la Guerra y estaba asistido en Roma por el prefecto de las cohortes pretorianas, de los oficiales y de los centuriones. En las provincias, cada ejército regional estaba bajo el mando de un general, el legado del ejército. Al mando de cada legión había un comandante (legado), 7 oficiales (un prefecto del campamento y seis tribunos, los tribunos se encargaban de la selección de sus soldados) y 59 centuriones. Cada unidad auxiliar tenía un jefe y varios centuriones (infantería) o decuriones (caballería). En la marina, cada barco se organizaba como una centuria, fuese cual fuere su tamaño; su comandante, que estaba a las órdenes de un prefecto (almirante), ostentaba el título de centurión. Dentro de una legión, un hombre empezaba como simple soldado de a pie (miles), después de varios años de servicio y para los soldados con oficio, el primer ascenso era de miles a inmunis; aunque tenía el mismo salario, les eximía de las rutinas generales de los demás soldados. Pero el primer ascenso verdadero convertía al soldado en principal, de los que existían dos clases: los que cobraban paga y media (sesquiplicarii) y los que percibían doble paga (duplicarii). El primer grupo incluía varios tipos de suboficiales, como el tesserarius (ordenanza). Entre los segundos estaban los portaestandartes (signiferi y vexillarii), los optiones y otros oficiales. El siguiente grado era el de centurión, en donde los más veteranos y experimentados (primi ordines) formaban parte de la primera cohorte, y el más antiguo de ellos (primus pilus) tenía derecho a asistir a los consejos de guerra. El verdadero carácter de los centuriones aparece ilustrado en un episodio de la Guerra de las Galias de Julio Cesar. En el año 52 a.C., las tropas de César trataron de conquistar la fortaleza de Gergovia, pero fueron rechazados y tuvieron que retirarse monte abajo. En estas condiciones habrían sufrido terribles bajas, pero los centuriones se quedaron a cubrir la retirada de sus hombres: murieron casi 700 hombres, de los cuales 46 eran centuriones (uno por cada 14 legionarios, cuando la proporción normal era de 1 a 80).
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